La duda que más debe preocuparnos no es la de un niño en Navidad sobre quién y cómo le desbordan los regalos desproporcionadamente, ni las cuestiones de los adolescentes sobre su incierto futuro y sus variables opiniones. Lo realmente importante es creer que porque alguien posee cierta edad, 50 años lustro arriba o abajo, dicho camino le otorga por decreto, sabiduría y capacidad de opinar y aconsejar sobre todo. Hay sabios que llevan 30 años equivocados y son felices en sus mansiones sin hipotecas, ni interrogantes. Sin embargo, hay pobres sin hijos que mecen cunas con dudas y biberones que sueñan con respuestas y padres sin regalos de Navidad.